Por Pascual Albanese | Hace medio siglo, cuando todavía el tema de la globalización no se vislumbraba en el horizonte, en su libro “La Hora de los Pueblos”, Perón señalaba que “en el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que importa es la política internacional que se mueve desaprensivamente por dentro y por fuera de los países”. La actualidad de esa apreciación obliga a reflexionar sobre la vigencia del pensamiento estratégico de Perón y su capacidad para adelantarse a los acontecimientos históricos.
Perón siempre sostuvo que la “actualización doctrinaria” era una necesidad de toda fuerza política. Señalaba que “las doctrinas políticas no pueden ser eternas, aunque sean eternos los principios que las sustentan”. Agregaba que “una verdad que nos parece hoy incontrovertible, quizás dentro de algunos años resulte una cosa totalmente fuera de lugar, fuera de tiempo y fuera de circunstancias. Una doctrina hoy excelente puede resultar un anacronismo dentro e pocos años, a fuerza de no evolucionar y de no adaptarse a las nuevas circunstancias”.
Para Perón, era indispensable contar con una visión estratégica que permita adecuar las ideas a la realidad. En el pensamiento estratégico de Perón, existen tres categorías fundamentales: la Evolución Histórica, la Conducción Política y la Justicia Social. Este trípode es la clave que posibilita acceder a la riqueza de su visión de futuro. Porque permite entender no sólo “qué” pensaba Perón en un momento determinado, sino “cómo” pensaba Perón, cuál era su método de análisis de la realidad. Y la convergencia de esas tres categorías fundamentales de pensamiento posibilita comprender el sentido profundo de lo que sucede en el mundo actual.
Para Perón, la característica central de la evolución histórica es la tendencia del hombre a agruparse en unidades geográficas y sociales cada vez mayores. En reiteradas oportunidades explicó que “desde que el hombre comenzó a tener sentido como habitante de la Tierra, todas las evoluciones se han hecho hacia integraciones mayores: la primera fue la familia; a continuación vino el clan, la unión de varias familias; después vino la tribu, reunión mayor; más tarde, la ciudad; después vino el estado feudal; luego vino la nacionalidad, las naciones; ahora vienen los continentes integrados, el continentalismo; y es muy probable que, siguiendo esa escala de evoluciones, lleguemos al universalismo, es decir a la integración de todos los habitantes de la Tierra”
Ese concepto de evolución histórica está cargado de una fuerte dosis de determinismo. En abril de 1974, señalaba: “El mundo viene evolucionando y los hombres creen que son ellos los que hacen evolucionar. Son unos angelitos! Ellos son el producto de la evolución pero no la causa. El mundo evoluciona por factores de determinismo y fatalismo histórico”.
Dicho determinismo tiene una raíz tecnológica. En un mensaje pronunciado en 1973, sostenía: “indudablemente, la evolución de la Humanidad se acelera cada vez más. El Medioevo, en la época de la carreta, duró cinco siglos. La etapa del demoliberalismo, de las nacionalidades, va durando dos siglos, pero ya es la época del automóvil. El continentalismo quien sabe si durará 25 ó 30 años, en la época del jet, en la que se anda a mil kilómetros por hora y se va a superar la velocidad del sonido. Porque la evolución marcha con la velocidad de los medios técnicos que la impulsan”.
Esa clarividencia le permitió vaticinar, ya en 1973, que “antes del año 2000 se va a tener que producir –indefectiblemente- la integración universal”. Efectivamente, 18 años más tarde, con la caída de la Unión Soviética y la globalización de la economía, empezaba a tomar forma la nueva sociedad mundial.
Conviene retener esta idea básica de Perón: “La evolución marcha con la velocidad de los medios técnicos que la impulsan”. Sin forzar ni alterar ni siquiera mínimamente esa línea de pensamiento, cabe señalarse que a fines del siglo XX, la revolución de las comunicaciones, evidenciada en el despliegue de Internet, con la irrupción de la noción del “tiempo real”, como la compresión del espacio geográfico, marca la aparición de esta sociedad mundial, que la intuición estratégica de Perón anticipara cuando acuñó el concepto de universalismo.
En contraposición con esta noción de la evolución histórica como resultado de un determinismo tecnológico, fuertemente fatalista y en lo esencial ajeno a la voluntad del hombre, la idea de Perón acerca de la conducción política constituye una reivindicación de la esfera de la libertad humana. Porque la conducción política es un arte y su ejercicio es un acto de creación. La misión de la conducción política consiste en “crear sistemas que nos permitan vivir en las distintas etapas de la evolución”. Para Perón, la misión de la conducción política es “fabricar la montura propia para cabalgar la evolución”.
En 1952, Perón decía que “hay una evolución natural y fatal. Esa evolución puede ser considerada desde dos puntos de vista: sintiéndose uno un elemento del fatalismo evolutivo o, diríamos así, aportando una dirección, es decir controlándola y equilibrándola, para no ser un juguete de ella, sino un elemento que actúe dentro de esa evolución, de forma de controlarla en ciertos momentos y de dirigirla en otros, pero tratando siempre de equilibrarla”.
Esa idea de la conducción política como herramienta para “cabalgar” la evolución está ligada a la tercera de esas categorías fundamentales del pensamiento estratégico de Perón: la justicia social como valor referencial permanente de la acción política.
La justicia no es un punto de llegada, sino una brújula que guía la acción política. Porque la lucha por la justicia social implica corregir en cada caso concreto, y siempre en la medida de lo posible, los desequilibrios y desigualdades sociales existentes en una época histórica determinada. Así como la evolución histórica orienta la dirección de la marcha y la conducción política consiste en la construcción de los vehículos más adecuados para transitarla, la justicia social indica el sentido de la acción política.
En 1974, Perón decía: “El mundo, y sobre todo los grandes países, están pensando en que esta evolución que nosotros estamos presenciando va a desembocar, quizás antes de que comience el siglo XXI, en una organización universalista que reemplace al continentalismo actual. Y en esa organización universalista se llegará a establecer un sistema en que cada país tendrá sus obligaciones, vigiladas por los demás, y obligado a cumplirlas, porque esa la única manera en que la humanidad puede salvar su destino frente a la amenaza de la superpoblación y la destrucción ecológica del mundo”.
Pero en ese mensaje advertía: “Es así que nosotros debemos comenzar a pensar, también, que ese universalismo ha de ser organizado por alguien y que si nosotros no nos ponemos también a intervenir en la organización de ese universalismo todos nuestros años de lucha por liberarnos serán inútiles, porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalización, lo harán en su provecho, no en el nuestro”.
Comprender a Perón no es alabar su obra de gobierno, ensalzar su capacidad política o repetir de memoria sus discursos. Es aplicar sus categorías básicas de pensamiento al análisis concreto de la realidad de hoy, para “fabricar la montura propia que permita cabalgar la evolución” en esta nueva etapa de la historia.