Por Oscar Lamberto | Desde que tengo memoria, cada generación padece una crisis, una generación destruye la moneda y la que sigue el crédito, cuando se destruye todo volamos por los aires.
Para citar solo algunas, el rodrigazo, la tablita cambiaria de Martinez de Hoz, la hiperinflación que siguió al Plan Austral, la hiperinflación previa a la convertibilidad, el default al fin de la convertibilidad y hoy estamos en los albores de otra gran crisis.
Estamos de nuevo en una etapa sin crédito donde la gente huye de la moneda y la inflación bate récord mundiales con un gobierno noqueado y con nula credibilidad. Síntomas de una enfermedad crónica de la Argentina, que pareciera tener una adicción al fracaso.
Los gobiernos hace rato que no enfrentan los problemas, los financian, algunos con emisión y otros con deuda, unos destruyen la moneda y otros nos llevan a la insolvencia. Nada es gratis, lo paga la gente. Con cada crisis hay más pobres.
La mayoría de los países del planeta han superado el flagelo de la inflación, solo unos pocos quedan para muestra de lo que no hay que hacer, lamentablemente Argentina integra ese grupo.
Gabriel García Márquez y el negro Fontanarrosa nos deslumbraron con el realismo mágico en su literatura, lo lamentable es que desde hace años creemos en un realismo mágico en economía.
Pareciera muy difícil de entender que en este tema no existe la magia o milagros, salvo la multiplicación de panes y peces del relato evangélico.
No hay gastos gratis, siempre alguno lo paga, ahora o en el futuro, la generación presente o las que vendrán si la economía no crece, si alguien gana más es porque le quita a otro.
Cada vez que se devalúa hay brutales transferencias de ingresos, hay unos pocos que ganan muchos en detrimento de la mayoría que pierde elementales condiciones de vida.
La inflación es una estafa social, ya la usaban los romanos en la decadencia de su imperio, hace tantas décadas que los argentinos convivimos con este flagelo que hasta forma parte de nuestra cultura.
Estamos en una situación política critica , que hace muy difícil implantar un plan económico racional que permita ordenar nuestra economía , un gobierno que se esta yendo y un reemplazante que necesita de una elección para designarlo.
Cuando no existe confianza, cualquiera puede gritar fuego en el teatro y provocar una estampida, hay sectores y comunicadores que medran con el miedo y hacen grandes diferencias. Cuanto mas deteriorada este la economía , mas dificultades tendrá quien asuma, y menos margen de acción .
El equilibrio entre las decisiones políticas y el respeto por los fundamentos de la economía hace rato que esta roto, por un lado están los que creen que basta una ley que otorgue un derecho para que la gente viva mejor, otros creen que los mercados por si solo resuelven los problemas.
El voluntarismo político siempre termina mal, los mercados librados a su suerte concentran y excluyen . Es un péndulo que no encuentra su centro de equilibrio. Cada tanto se intenta un nuevo comienzo, aunque la realidad es una continuidad independiente de los gobiernos.
Estamos en los albores de una nueva etapa, con un arrastre de fuertes condicionantes estructurales que van más allá de las angustias diarias , de la inflación y las devaluaciones, que son los síntomas visibles de una enfermedad crónica.
Quizás al borde del abismo nos demos una nueva oportunidad. El mito que somos un país rico y que mágicamente se arreglan los problemas ha quedado demostrado que es una mentira. Si no se pone el país a producir no hay respuesta a ninguna de las demandas nacionales.
El activo más importante y más desaprovechado es el capital humano, que a pesar de los limitantes educativos siguen apareciendo genios en todo el territorio nacional que nos permiten aprovechar las oportunidades de la revolución del conocimiento.
Las fuerzas productivas no se movilizan sin inversiones, y no hay inversiones sin condiciones de rentabilidad y seguridad jurídica. Cuando están reglas no se cumplen , solo aparecen los aventureros de ganancias rápidas y fuga. Con independencia si son locales o extranjeros.
El sistema democrático ha resistido los embates de muchas crisis , en los últimos años fue contaminado por la llamada grieta que dinamitaba cualquier consenso, este nuevo comienzo necesita de líderes capaces de construir proyectos comunes, donde se requiere tomar decisiones fuertes y esto solo es posible en el marco de una gran unidad nacional.