Por Oscar Lamberto | Hay que reconocerlo, el gobierno de Cristina, llegó con lo justo , atado con alambre, con grandes desajustes macroeconómicos, el nuevo gobierno no desarmó la bomba fiscal, solo la cambio de lugar, pero el tiempo siguió corriendo y ahora le estalló en sus narices.
Ya no puede retrotraer culpas, el gobierno “rodó por las propias y no fue inocentemente “ uno podría suponer que erraron el diagnóstico, pero sería una falta de respeto “al mejor equipo de los últimos 50 años”, lo más certero es que vinieron hacer lo que están haciendo, poner de rodillas el país por décadas .
La deuda que parecía un hecho de la historia, está de nuevo en el centro de vida nacional, solo por intereses devengan alrededor de 50 millones de dólares diarios, que se cancelan con nueva deuda, hecho que ya vivimos en el pasado reciente y conocemos sus consecuencias . Un logro del gobierno es haber aumentado la deuda pública en 118 000 millones durante la presente gestión .
El pasivo generado por el Banco Central mediante la emisión de LEBACS se duplica cada dos años , debido al aumento de la tasa de política monetaria , que se usó para esterilizar la circulación monetaria y bajar, con magros resultados, la inflación.
Durante 2018 el tesoro salió en auxilio del Banco Central , comprando sus vencimientos, con emisión de letras mayoritariamente en dólares, que devengan intereses con impacto presupuestario, y que vencen antes del año.
En una economía que crece poco o nada, si aparece un comensal que se queda con una porción cada vez mayor de la torta , el resto de los comensales verán cómo se achica su porción. Lógicamente esto no es proporcional, siempre a la clase media y a los trabajadores se les quita más.
El brutal aumento de tarifas termina en el pago de intereses y no alcanza. El desatino del gobierno fue tan grande que hasta los usureros internacionales se asustaron y emprendieron la fuga, a pesar que se pagan tasas de intereses por títulos públicos que por año equivalen a lo que en cualquier país más o menos serio se pagaría cada década.
A esta altura de nuestra vida como nación debiéramos haber aprendido que las deudas se pagan siempre, a veces en con recursos fiscales, otras transfiriendo activos, o entregando soberanía. La deuda se ha convertido en una herramienta más poderosa que los cañones para disciplinar a las naciones.
Si faltaba algún jugador , apareció el Fondo Monetario Internacional, nunca aporta al progreso de un país, es el auditor que controla que los excedentes sean suficientes para afrontar los pagos de la deuda. Y no pocas veces aporta sus fondos para garantizar la fuga. Un simple cálculo aritmético permite comprobar que los desembolsos programados, en el reciente acuerdo, se corresponden con el pago de intereses , de dos años y punto. No es una casualidad, no habrá más préstamos, llegó la hora del ajuste, con o sin maquillaje.
Como siempre ha ocurrido, muchos creen que los problemas tremendos del país se arreglan con magia, discursos y marchas. Alguien dijo que insultar al Fondo, es como insultar la ley de gravedad, los insultos no impiden que los objetos sigan cayendo.
Por un problema de higiene mental trato de no mirar programas políticos, no obstante no siempre puedo escaparme y a veces me gana la tentación .A la misma hora y en diferentes canales pude ver mediante el zapping la cantidad de opinólogos que contribuyen a la destrucción del pensamiento racional.
Un nuevo presupuesto se está preparando, después del acuerdo con el FMI, con los valores actuales, el 60% son gastos sociales, 12 % intereses 12 % sueldos, subsidios 7% el resto se destina a transferencias, obras, suministros, etcétera. Una estructura demasiado rígida para hacer reducciones importantes.
La experiencia de los ajustes nominales ya la experimentó el gobierno de la Alianza y terminó en estallido, al gobierno usará el camino de aumentar la inflación y licuar los valores en pesos, por eso los grandes acreedores exigen que sus créditos se dolaricen.
Cuando una economía tiene desajustes, el ajuste es inevitable, lo puede conducir el gobierno o dejar que se ajuste sola, es cuando llegan los tsunamis.
Tener un presupuesto supone aceptar restricciones, priorizar obligaciones y administrar los recursos con eficiencia, el fracaso asegurado es decir a todos que si, afirmaba JFKennedy.
El presupuesto es el fruto de un acuerdo político, no es el ejercicio de los tecnócratas, tras los números y los programas hay personas, también es cierto que excede al partido del gobierno, es responsabilidad de toda la nación.
De manera que el tironeo por la defensa de cada tajada tiene un límite, pero como cada vez hay más dirigentes que creen que las restricciones no deben existir, agotado el crédito queda el expediente, dolorosamente recurrente, de la emisión , una generación destruye la moneda, la que sigue el crédito, hecho que se repite desde hace décadas, y lo pagan siempre los mismos: los más vulnerables.
En la cercanía del abismo siempre queda la esperanza, que la dirigencia ponga fin a la locura, que por un momento ponga la Nación por sobre egos y miserias personales, que se pueda acordar las acciones para detener la caída, sería una rara inflexión en nuestra historia.