Por Oscar Lamberto | La mayoría de los seres humanos transitamos nuestras vidas en dos planos, que se confunden y se separan constantemente, por un lado la realidad y por el otro las creencias o la imaginación .
La coincidencia de la imaginación con la realidad es la excepción, la norma es que la construcción ideal sea muy diferente a la realidad, muchos aspectos de nuestra existencia han ocurrido en una suerte de realidad virtual mucho antes de la creación de los ordenadores.
Mis compañeros inseparables, desde la adolescencia, hasta el presente, fueron los libros, simplemente leo porque me gusta, lo hago sin método y desordenado, a veces leo más de uno al mismo tiempo, me gusta la historia, la política y las novelas, tres temas donde el mundo imaginario o las creencias difícilmente puedan contrastarse con la realidad.
El relato tan denostado recientemente ha existido siempre, desde la tradición oral desformada según quién narraba, hasta que el relato empezó a escribirse, la historia de Alejandro o Cesar que conocemos es la visión de sus admiradores o sus detractores.
Lo mismo ocurre con los líderes o dirigentes más recientes, las creencias maquillan la realidad.
Muchas de mis horas libres, durante el servicio militar, las consumía leyendo las obras completas de Lenin y me imaginaba los famosos congresos del partido comunista, los debates, los discursos, no reparaba que en general participaban unas pocas minorías ilustradas con grupos más numerosos de obreros y campesinos por lo general analfabetos.
La ficha me cayó, cuando participé por primera vez, como asistente en un congreso del partido justicialista, ¡que desilusión¡, al momento del inicio, cuando se entonan los himnos y nadie había hablado, en una pieza lateral al recinto, nosotros imprimíamos el documento final y las conclusiones, que más tarde los congresales aprobarían por aclamación.
La realidad, casi norma en los cuerpos colegiados, es que las decisiones las toman unos pocos y las mayorías participan del sagrado ejercicio de levantar la mano.
El mundo imaginario ha ganado espacio en la era digital y en la construcción de la imagen, ya no quedan estadistas , hoy son hologramas o se les parecen.
Un vocero llega al cuerpo de comando y le trasmite a Napoleón,” a pesar que sus generales son unos chapuceros, hemos ganado la batalla “, Napoleón responde ” no te preocupes, mañana mis cronistas los harán héroes “.
Este fenómeno de construir la verdad hoy es mucho más inmediato, vasta con cambiar de canal, y ver cómo con solo apretar un botón , pasamos del país de las maravillas al infierno.
Esto de ver el mundo como desde la platea de un teatro es causa de las grandes frustraciones y el desencanto, cuando la gente vota , lo hace por unas pocas ilusiones , que en general son creaciones de algún publicista genial.
La reciente campaña electoral ha transcurrido casi en su totalidad en los medios de comunicación y en las redes sociales, tan solo, en los últimos días, la mayoría empezó a tomar conciencia que tenía que votar.
La ilusión mágica, que el solo hecho de votar nos cambia la vida, contrasta con la realidad, donde los cambios, cuando ocurren lo hacen mucho más lentamente. Es que el mundo de los hacedores fue reemplazado por líderes construidos en la virtualidad, ya no usan el relato para mejorar la realidad, son el relato.
Una nueva raza, de políticos insustanciales, está poniendo en riesgo el sistema democrático, es que para ellos la política existe en el plano virtual, donde lo que importa, es la foto que unos pocos pueden cotejar con los hechos, pero para los millones que la miran por los medios, las fotos son los hechos.
¿Como comprobar si la ruta, inaugurada varias veces, está construida en la realidad?, cuántas sorpresa nos llevamos cuando queremos corroborar los anuncios.
Pero hay otro plano donde ocurre la realidad en forma cotidiana, que ocurre en las góndolas de los súper, o cuando llegan las tarifas de los servicios, las expensas, o vemos el reloj de los precios del surtidor de combustible, que son fruto de decisiones de funcionarios estatales o corporativos, que afectan la vida de millones y ningún dirigente importante se hace cargo.
Difícilmente un líder moderno repita la frase de Churchill “les prometo, sangre sudor y lágrimas” que fue su emblema para ganar la guerra, pero no le alcanzó para ganar las elecciones.
Una deformación, de los políticos insustanciales, es que solo deben dar buenas noticias, pero en el mundo real existen momentos difíciles que los verdaderos jefes deben conducir.
Uno de los hechos más criticado y ridiculizado por la oposición a Perón fue cuando por una sequía que duró dos años faltó trigo en Argentina y hubo que comer el famoso pan negro. Uno de sus ministros le propuso importar harina hasta que pase la coyuntura, el presidente se negó enfáticamente , “la crisis se tiene que ver en la mesa”, es la forma que todos se involucren en la solución.
Las sociedades gobernadas por estadistas fijan prioridades y las sostienen, aunque muchas decisiones puedan ser duras, la forma garantizada del fracaso es decir a todos que si, o en el lenguaje peronista, “para hacer una tortilla, es necesario romper algunos huevos”.
Las decisiones que no toman los gobernantes, las toman los mercados , cuando más insustanciales son los dirigentes políticos , más poderosos son los CEOS de las corporaciones.