17 de Noviembre de 1972: Perón vuelve, los cumpas van a Ezeiza, cruzan a pie el Rio Matanza, avanzan como pueden. Solidariamente. No se conocen entre sí y son uno solo.
En homenaje a esa gesta se conmemora el Día del Militante Peronista.
Desde Movimiento 21 compartimos este registro y testimonio único sobre la “otra marcha” sobre Ezeiza, el 17 de noviembre de 1972: un film rescatado de la represión y el olvido.
Se trata del único registro de la marcha que fue a recibir a Perón cuando volvió en 1972. Se filmó en Super 8 para pasarse en villas y barrios y no se volvió a ver desde 1973 hasta hace pocos años.
El ilustrador Carlos Nine cuenta que entonces, cuando se hizo la película, tenía 29 años, militaba en la Juventud Peronista y junto al ya muerto Enrique Garciarena cruzó no una, sino tres veces el río Matanza con una cámara Súper 8 a cuestas. Dice que había chicas muy guapas y señoras de setenta y que no importaba. Que el olor a podrido del río Matanza que se interponía como barrera natural no le importaba a nadie en la marcha sobre Ezeiza del 17 de noviembre de 1972, el día del regreso de Perón a la Argentina tras dieciocho años.
Así, “La marcha sobre Ezeiza” se llama este filme que tiene la peculiaridad de ser la única filmación de esa peregrinación espontánea acaso opacada —como manifestación masiva— por la masacre de Ezeiza del 20 de junio de 1973.
La película (que acaso sólo responda a la denominación técnica del material foto-sensible) se pasó en villas y barrios del Gran Buenos Aires como parte de la campaña que llevó a Cámpora al gobierno. Después se guardó, bajo tierra casi, en los años de la dictadura.
La marcha sobre Ezeiza, como suele suceder, está plagada de accidentes artísticos. En principio porque fue filmada con rollos Orwo de la Alemania comunista, lo cual le otorga un grano misterioso que, sumado a los carteles partidarios que actúan de separadores, remata en un efecto de Acorazado Potemkin en clave jotapé.
El filme no tiene audio (salvo al final cuando la multitud saluda a Perón en la casa de Gaspar Campos en Vicente López) y ha sido musicalizado con un disco de percusión de Domingo Cura. Lo que suena, entonces, es una sucesión de bombos acompasando una marcha farragosa a campo traviesa entre Liniers y Ezeiza.
“Fueron tres días seguidos de lluvia”, recuerda Nine, y los militantes-filmadores captan con pericia el camino de los pies. Largan con un close-up de un chapoteo alegre de Pampero y Flecha (quién diría, fetichizadas ahora por el vintage) y en las escenas finales los zapatos se clavan en el lodo como si fueran souvenirs del Vesubio. Más aún, recuerda Nine, “mucha gente no podía caminar, dejaba los zapatos clavados en el barro y seguía descalza”.
A diferencia de la masacre de 1973, esta peregrinación fue espontánea e inmediatamente cercada por la policía militar. Nine y Garciarena llegaron a filmar las tanquetas arrinconando la marcha y casi pierden la película en manos de un soldado. Las proyecciones posteriores se hicieron contra una gran sábana y Nine recuerda que en el segmento militar de la película la gente apedreaba la pantalla. “Cuando volvíamos con la sábana muy agujereada sentíamos que la proyección había sido un éxito”.
Curiosamente, o no, las escenas de La marcha sobre Ezeiza adelantan, una y otra vez, la imagen ícono de la masacre del 73: la de ese militante rescatado de los pelos del abismo de la balacera. Aquí, niños, jóvenes y viejos se caen y se levantan del barro, resbalan en las márgenes del Matanza; y sí, no queda otra que agarrarlos de los pelos.
Nine volvió a ver la película hace muy poco. Aguantó al principio. Después, se derrumbó. Y eso que falta el olor.
A continuación compartimos la película en dos partes: