Por Pablo Challu* | Adoptaremos tres enfoques para juzgar los resultados de la actual política económica: el primero, según los resultados que se van obteniendo en lo social; luego, analizando si se están generando las condiciones para el crecimiento para, finalmente, analizar su coherencia interna.
Adoptando el primer enfoque se concluye que los resultados luego de 2 años y medio de Gobierno han sido muy pobres sino nulos: el PBI per cápita se ha estancado, los niveles de pobreza no han mejorado y, teniendo en cuenta las altamente controvertidas bases de comparación que utiliza el Gobierno para estas mediciones y la regresiva distribución del ingreso, deben haber empeorado. El salario real ha disminuido y la inflación no cede, sino que tiende a aumentar.
Si analizamos la temática del crecimiento, se observa que el PBI luce estancado, las inversiones privadas no reaccionan y se asiste a un aumento de las necesidades de financiamiento del sector público, que lleva el déficit del sector público a entre 8 y 10 puntos del PBI (incluyendo Provincias y el cuasi fiscal). Al mismo tiempo se ha generado un importante aumento del déficit del sector externo que lo ha llevado a más de 5 puntos del PBI, incidiendo tanto un fuerte aumento de las importaciones como un pobre desempeño de las exportaciones. Es decir, estamos frente a los denominados déficit gemelos (el fiscal y el externo), conjunción que ha explicado tradicionalmente nuestra incapacidad para crecer y desarrollarnos.
Por lo tanto, los resultados obtenidos hasta ahora son claramente negativos; sin embargo, los mismos no dan lugar a un juicio categórico sobre las políticas ya que posibilitan justificaciones del tipo “gravedad de la herencia recibida” o el “escaso tiempo disponible para las transformaciones”, que se utilizan tanto para explicar los magros resultados obtenidos como para justificar la crisis actual, lo que conduce a un debate donde se mezclan cuestiones políticas, ideológicas y, aún culturales y en donde lo estrictamente económico aparece oscurecido. Al mismo tiempo estos análisis no explican las causas que han llevado a la crisis actual, lo que nos lleva a un tercer tipo de enfoques:
LAS INCOHERENCIAS DE LA POLÍTICA ECONÓMICA
Este enfoque reside en analizar la coherencia interna de las políticas adoptadas. Si las mismas no están garantizadas, tampoco lo estarán los objetivos que persiguen, pero, además, resultan ser un caldo de cultivo favorable a la eclosión de crisis de distintos tipos.
Obsérvese que aquí no puede invocarse la herencia recibida: si existen incoherencias, las mismas y sus resultados serán responsabilidad exclusiva del actual Gobierno.
Hoy existe consenso en la profesión de que la causa principal de la crisis que estamos viviendo ha sido la incoherencia entre las políticas monetaria y la fiscal: mientras la primera se definió como restrictiva, la segunda fue expansiva.
Cuando se da esta combinación de políticas el resultado es el ajuste contractivo del empleo y de la producción nacional, que pierden competitividad e ingresos de tal manera que, de persistir este “combo”, se produce su crisis financiera y productiva, situación que es uno de los elementos que caracterizan la crisis actual. El mecanismo es el siguiente: mientras que el sector público demanda fondos para financiarse (tanto internos como externos), el Banco Central no lo convalida con un aumento similar de los recursos monetarios de tal modo que se produce una apreciación del peso (lo que explica la pérdida de competitividad y el déficit externo) y el desplazamiento del sector privado de los mercados financieros (el denominado “crowding out”).
A su vez, la política monetaria pierde coherencia interna: por un lado, el BCRA compra los dólares que ingresan tanto para financiar el déficit público como por su propia política de altas tasas de interés y, por otro, absorbe la emisión vendiendo Lebacs y otros instrumentos de deuda de cortísimo plazo y altísima tasa de interés. Al mismo tiempo el BCRA se vio obligado a abandonar su política de flotación “limpia” cambiaria (sin intervención) para evitar una mayor apreciación del peso. Así se generaron los círculos viciosos que llevaron a que las lebacs y otras obligaciones del BCRA sumaran casi 1,5 veces la Base Monetaria, es decir, el dinero primario circulante en la economía. En promedio de los últimos 6 meses, el pago de intereses por estos instrumentos representaban un aumento de casi 3,% mensual en la Base Monetaria, es decir todo lo contrario a lo que se postulaba como política restrictiva y una situación incompatible con la baja en la tasa de inflación. Esto llevó a optar entre un crecimiento sine die de este tipo de deudas (imposible de sostener en el tiempo) o a tolerar un crecimiento monetario incompatible con el objetivo de baja de la tasa de inflación. Esta situación es uno de los factores que explicaron la pérdida de confianza y la subsiguiente crisis cambiaria.
Al mismo tiempo, la política de ingresos que se puso en práctica, tendiente a distribuir el ingreso a favor de los sectores más “productivos” de la economía y los de más altos recursos, aumentó los riesgos de una fuerte recesión por la caída de los ingresos de los sectores más populares y la consecuente caída del Consumo. Esto llevó al Gobierno a impulsar un aumento del Gasto Público lo que agravó el déficit fiscal y aumentó aún más la inconsistencia de las políticas. Cuando se produjo el endurecimiento de los mercados internacionales de crédito apareció otro de los elementos desencadenantes de la actual crisis.
Así que, cuando se desencadenó este conjunto de circunstancias, también se desencadenó la crisis cambiaria que llevó al abandono de la política macroeconómica puesta en práctica en el 2015, al replanteo de las incumbencias en el equipo económico, a la recurrencia al FMI y a un aumento fenomenal de las tasas de interés que comprometen el abastecimiento, la cadena de pagos y la subsistencia del aparato productivo nacional. Esta crisis no está de ninguna manera solucionada y se encuentra en pleno desarrollo.
LAS FALSAS SOLUCIONES
El diagnóstico que hemos descripto es válido en la medida que explica buena parte la crisis; pero es incompleto y superficial y, si se adopta sin más, llevaría a políticas que, más que solucionar, agravarían los problemas.
Partiendo de este diagnóstico se adoptaron políticas correctivas: la primera, en diciembre de 2017, residió en hacer la política monetaria más expansiva cambiándose el objetivo inflacionario para el 2018 lo que llevó a la depreciación del peso, a una aceleración inflacionaria y a la necesidad de introducir una nueva “ancla” para la inflación: se fijó una pauta salarial del 15% (las expectativas inflacionarias rondaban el 23, 24%) y se buscó anular las denominadas cláusulas “gatillo”. O sea, por este camino se comenzó a transitar un proceso de recesión con inflación.
La reacción negativa de los mercados frente al cúmulo de problemas irresueltos llevó al Gobierno a recurrir al FMI y a reestructurar la toma de decisiones económicas. En esencia, ahora se busca bajar el déficit fiscal para acomodarlo a la política monetaria restrictiva, lo que requeriría bajar el Gasto o aumentar los impuestos en niveles cercanos al 6 o 7 % del PBI o, más gradualmente entre un 3 o 4% del PBI. La consecuencia de cualquiera de estas dos políticas sería una inmediata caída en el nivel de actividad económica lo que no contribuiría ni al equilibrio fiscal (por la baja de la recaudación) ni al equilibrio monetario (por la baja de la demanda de dinero por transacciones). Con semejante nivel recesivo sería altamente improbable que se diera la “avalancha de inversiones privadas” necesaria para compensar la caída de la demanda. Asimismo, como se insinúan tibias medidas para desmontar la “bomba” de las Lebacs, volveríamos a tener un cuadro de recesión con inflación. Del mismo modo, las altas tasas de interés fijadas por el BCRA han puesto en una crisis aún mayor al sistema productivo, el mantenimiento de la cadena de pagos y la subsistencia de empresas y del empleo productivo. Por este camino se mantiene o, aún, se profundiza la crisis.
EL DIAGNÓSTICO CORRECTO Y LAS SOLUCIONES NECESARIAS
El diagnóstico anterior es parcial, lo que lleva a que las políticas que se puedan formular a partir del mismo pueden terminar agravando la crisis. Otra perspectiva se abre si se plantean las causas que han llevado a esas incoherencias, causas que habrá que buscarlas en las bases doctrinarias que les dieron origen (lo que Macri llama el “crecimiento invisible”); de allí que la verdadera solución resida en establecer políticas sobre otros fundamentos doctrinarios. En la medida en que esto no se intente será muy difícil superar la crisis en que estamos envueltos. Veamos algunos ejemplos:
El embrollo en que se encuentra el BCRA es producto de la idea de que la inflación es un fenómeno puramente monetario, lo que hizo recaer todo el peso de la política deflacionaria en esta institución, mientras que la política fiscal, la energética y la de ingresos iban generando presiones inflacionarias por el aumento del Gasto Público y de los costos. Hasta que no se reconozca a la inflación como un fenómeno multicausal en donde deben colaborar todas las políticas no habrá solución ni al problema inflacionario ni a la situación del BCRA.
La concepción de que redistribuyendo los ingresos a favor de los sectores “más productivos” de la economía y a los de más altos ingresos se produciría una “invasión” de inversiones privadas que compensarían la caída del Consumo por la pérdida de ingresos de los sectores populares se mostró profundamente ingenua y equivocada ya que no existe la posibilidad de inversiones privadas frente a mercados deprimidos y sin rentabilidad. El fracaso de esta concepción llevó al Gobierno a compensar la caída del Consumo con un aumento del Gasto Público que hizo más notoria la inconsistencia en las políticas macroeconómicas. Hasta que no se recomponga la carga tributaria de los sectores “más productivos” y de más altos ingresos a favor de los sectores del trabajo y de más bajos ingresos no habrá posibilidades de crecimiento y de recomposición de la situación fiscal.
La concepción de que abriendo la economía y apreciando el tipo de cambio se favorecería la competitividad de la economía terminó con el cierre de empresas y la pérdida de puestos de trabajo de alta productividad a favor de las importaciones y sin resultado visible sobre las exportaciones. Hasta que no se restituyan niveles adecuados de tipo de cambio y de protección de las actividades productivas nacionales y del trabajo interno no habrá solución al déficit externo ni a la caída de la actividad.
La idea de que políticas amigables en lo internacional facilitarían las inversiones y mejorarían la productividad de la economía tuvieron el único resultado de desproteger las actividades económicas internas sin que observaran ni mejoras en las tasas de interés ni evitaran la salida de capitales ni siquiera cuando el Gobierno más los necesitaba. Al mismo tiempo esta política impide encontrar verdaderas soluciones al altísimo endeudamiento del BCRA.
Una política de precios libérrima que no tenga en cuenta la elevada concentración y extranjerización de la economía nacional no puede sino terminar en un descontrol de las expectativas y en convertirse en otro factor autónomo de inflación. Hasta que no se recurra al control de precios en situaciones monopólicas y al Acuerdo Social que incluya la política tarifaria, será muy difícil encarrilar la inflación y mantener elevado el nivel de actividad económica.
Por fin, no se sale de la actual crisis con ajustes del tipo que sean sino con un verdadero cambio de rumbo de las políticas: hasta que eso no ocurra será muy difícil salir de la actual crisis o, aún más, evitar su agravamiento.
*Economista. Ex Secretario de Estado.