Por Oscar Lamberto * | Se dice que los ex presidentes son como los jarrones chinos, “grandes, valiosos e incómodos “ y nadie sabe dónde ponerlos.
Este problema está en la propia naturaleza del poder y cobró mayor relevancia con el fin de las monarquías, y con los mandatos limitados , los reyes eran hereditarios y vitalicios , las sucesiones anticipadas eran violentas, tortuosas y plagadas de crímenes hasta de herederos infantes, pero sólo había un rey.
Con el avenimiento de las monarquías constitucionales, quedaron separadas las funciones, un rey representaba al Estado y un primer ministro al gobierno y en general era designado por el parlamento, ésta tradición muy europea, se continúa en las modernas repúblicas , que mantienen separadas las representaciones de Estado y gobierno.
En toda América, salvo Canadá y Cuba, ambas funciones, las detentan presidentes que concentran un gran poder muy superior a los restantes poderes.
Alguien afirmó “los presidentes americanos, son reyes elegidos por el pueblo con mandato limitado”, la limitación del mandato está asociada con la posibilidad de reelección y si bien hay una aceptación generalizada que los mandatos no debe ser por más de dos períodos, son raros los presidentes que no busquen algún atajo para mantenerse en el poder.
Las reelecciones continuas y con visos de eternidad, de Porfirio Díaz fue el disparador de la revolución mexicana, en muchos países de la América latina hubo dictadores que se mantuvieron por décadas , con reelecciones permanentes de dudosa legitimidad y que terminaron por asonadas militares.
En los últimos treinta años con sistemas democráticos más estables, las reelecciones permanentes fueron menos frecuentes, pero no fueron pocos los intentos de modificar las constituciones para lograr uno o varios periodos de nuevos mandatos. Los que no lo lograron pugnan por volver todo el tiempo, provocando una fuerte conflictividad política.
Después de los cuatro mandatos del Presidente Franklin Delano Roosevelt los americanos del norte aprobaron una enmienda constitucional permitiendo un máximo de dos mandatos, con la prohibición de ocupar cargos a los ex presidentes.
En México y Costa Rica los presidentes lo son por un único mandato, sin posibilidades de nuevas designaciones, Chile y Uruguay tienen un solo período para sus presidentes, pero con posibilidades de volver a serlo con un intervalo de un periodo.
La mayoría de los países restantes permiten dos mandatos continuos y sin limitación para ocupar otros cargos o volver a la presidencia en el futuro
En el mientras tanto son los jarrones chinos, a veces muy molestos, sobre todo cuando el sistema político no los contiene.
En Chile e Italia los ex presidentes son senadores vitalicios y pueden volver a postularse.
El otro tema de difícil acuerdo es cuanto debe durar el mandato de un presidente, en general cuatros años como mínimo es el número más frecuente, una reelección por otros cuatro también es lo que más se repite, cuando no hay reelección los mandatos en general son más largos, pero no superan los siete años.
Los mandatos de cuatro años, con reelección, han llevado a la campaña permanente, donde la coyuntura tiene prioridad en la agenda presidencial, los temas estructurales de largo plazo desaparecen del debate ante las urgencias electorales.
La reforma constitucional de 1994 estuvo inspirada en la voluntad del presidente por ser reelegido y a cambio de esa pretensión aceptó todos los requerimientos de la oposición, incorporando nuevas instituciones, que después de dos décadas de vigencia se ha comprobado su escasa utilidad.
En algún momento futuro, alguien va plantear la necesidad de otra reforma, donde la duración de los mandatos (para todos los cargos) estará presente y será el momento de encontrar un lugar para los ex presidentes, donde convendría evaluar las senadurías vitalicias.
Aprender de las experiencias propias y ajenas, para diseñar sistemas estables que aseguren la gobernabilidad sin intentos mesiánicos, que incorporen la alternancia como norma, donde el que pierde el gobierno utilice la pausa, en el llano, para reconstruirse para ser aceptado por las mayorías en un nuevo turno.
Es necesario incorporar a nuestra cultura política, que la historia no comienza con cada presidente que llega, ni termina cuando un presidente se va. Que hay una permanencia del Estado y sólo cambia la administración del gobierno con cada turno presidencial.