Por: Pascual Albanese* | Desde la visión porteñista, se tiende a pensar que la Argentina es el Atlántico cuando, desde el punto de vista geopolítico, más allá de los escollos geográficos que impone la Cordillera de los Andes, la Argentina reúne las condiciones para ser un país de proyección bioceánica.
Hace medio siglo, en su famoso libro La Hora de los Pueblos, Perón advertía que “en el mundo de hoy la política puramente nacional es una cosa casi de provincias. Lo que verdaderamente importa es la política internacional, que se desarrolla desaprensivamente por dentro y por fuera de los países”.
En cualquier circunstancia, la inserción de un país en el sistema mundial, empezando por el sistema regional, es una prioridad estratégica insoslayable. Mucho más hoy, en esta era de la globalización que caracteriza al siglo XXI. De allí que la ubicación de la Argentina en el ámbito regional y la vinculación entre el MERCOSUR y el Océano Pacífico sea una de los desafíos más trascendentes que tenemos por delante.
Ya en la década del 50, Perón planteaba el ABC (Argentina, Brasil y Chile) como una estrategia orientada hacia la configuración de la unidad latinoamericana y la construcción de la Patria Grande. En 1951, Perón decía: “ni Argentina ni Brasil ni Chile aislados pueden contar con la fortaleza económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza; unidos forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo de los dos grandes océanos de la civilización moderna y así podrían intentar la unidad latinoamericana”.
Esa visión tiene hoy más vigencia aún que en 1951. Identifica con precisión la importancia de la ubicación geográfica de la Argentina en el mapa del Cono Sur y las posibilidades de despegue que ese posicionamiento geopolítico nos permite.
Vista desde el puerto de Buenos Aires, es imposible tener una idea cabal del país, porque es una mirada enfocada desde en un costado lateral de la Argentina concebida desde una óptica territorial. Porque, observada desde una perspectiva integral, resulta fácil apreciar que de las veintitrés provincias argentinas, nueve de ellas están geográficamente más cerca del Pacífico que del Atlántico (las del NOA y Cuyo) y otras cinco (las patagónicas) tienen más de un tercio de su territorio más cerca del Pacífico que del Atlántico.
Desde la visión porteñista, se tiende a pensar que la Argentina es el Atlántico cuando, desde el punto de vista geopolítico, más allá de los escollos geográficos que impone la Cordillera de los Andes, la Argentina reúne las condiciones para ser un país de proyección bioceánica.
El MERCOSUR respondió básicamente a un entendimiento estratégico básico entre Brasil y Argentina, con la participación Paraguay y Uruguay. Su acta fundacional, el Tratado de Asunción, firmado en diciembre de 1991, cumple 25 años. Por lo tanto, el MERCOSUR, tal cual lo conocemos, cumple un cuarto de siglo.
Ese cuarto de siglo es también un ciclo cumplido, ya que el impulso de aquel entonces está agotado, al menos en los términos en que fue planteado en su momento. No es que haya sido un fracaso. Al contrario, ha producido adelantos importantes, pero es una etapa concluida dentro del proceso de integración regional.
Si se analiza la actual situación política de América del Sur, signada por la debacle venezolana, la crisis de Brasil y la acefalía formal en que se encuentra hoy la estructura del Mercosur, precisamente a partir de la cuestión de la presidencia “pro tempore” de Venezuela, se puede deducir fácilmente que estamos en un punto de inflexión. Existen algunas barreras que traspasar para ir hacia adelante y no hacia atrás en ese proceso de integración regional.
En ese punto, el proceso regional se une con una instancia crucial del proceso de integración económica mundial, cuya característica distintiva es la irrupción en el mapa político de los países de Asia, particularmente China e India, que hace que el Océano Pacífico empiece a sustituir al Océano Atlántico como el principal motor de la vinculación entre las economías del mundo.
La economía del Atlántico, que une Europa y la costa este de Estados Unidos, empieza a ser menos importante que la economía del Pacífico. Esto se ve, incluso, en Estados Unidos, donde el oeste norteamericano, o sea los estados del Pacífico, como California, empiezan a crecer en detrimento del viejo este hegemónico norteamericano.
Esto está acompañado, en el plano continental, con la aparición de la Alianza del Pacífico, un bloque comercial, integrado por México, Colombia, Perú y Chile, que son también las economías más abiertas de América Latina y apuntan geográficamente al Asia Pacífico.
La Alianza del Pacífico ha tenido en estos años una dinámica distinta de la del MERCOSUR Hoy tenemos un Mercosur estancado y una Alianza del Pacífico en expansión.
La reformulación necesaria del Mercosur, la manera de superar su crisis y estancamiento implica darle una perspectiva y una visión estratégica bioceánica, lo que supone también revalorizar la importancia de la asociación con Chile, que es el vínculo natural de conexión entre la Argentina y el Asia Pacífico.
Esta reformulación estratégica del Mercosur tiene consecuencias muy importantes hacia adentro de la Argentina, porque supone una transformación de su geografía económica. Porque la geografía económica histórica se hizo, precisamente, desde puerto de Buenos Aires mirando hacia el Atlántico, a espaldas de la Argentina profunda.
Esta nueva fase de la integración regional, con el acento puesto en una visión bioceánica, implica un cambio cualitativo en el rol de las economías regionales. La Argentina tiene que empezar a transitar el camino que va desde la ocupación de la frontera atlántica hacia la ocupación de la frontera americana de su territorio.
Esta definición tiene múltiples corolarios. Uno, fundamental, es demográfico. La Argentina tiene más del 30 % de su población viviendo en menos del 1% de su territorio. Este dato da la idea de la deformación estructural, que es imprescindible empezar a corregir y que sólo es modificable en tanto y en cuanto podamos avanzar en ese camino hacia el Pacífico.
En este sentido, es imprescindible la formulación de una estrategia vinculada con la infraestructura (transportes, comunicaciones), que haga posible -y no quiméricamente- una política de descentralización económica y demográfica del país. Esto obliga necesariamente a una visión sobre el rol de liderazgo político del Estado en ese proceso.
Esta cuestión de fondo que afronta la Argentina es un punto central del debate necesario entre las distintas fuerzas políticas y sociales acerca del proyecto nacional del siglo XXI.
*El autor es periodista y analista internacional; ha sido subsecretario de Medios de la Nación y subsecretario de Planeamiento Estratégico. Es cofundador de la Peña Eva Perón.