Por Hugo Grimaldi | Compartimos la nota del día de hoy en El Cronista.
El peronismo, de la izquierda al centro y el rol doctrinario de Movimiento 21
Como enseña el Martín Fierro, en la vida no hay tiento que no se corte. La gran novedad es que, quizás empujado por las encuestas o por las necesidades que tiene cada uno de primerear al adversario o de arreglar rápidamente sus crisis internas, el lazo que sujetaba a casi todos los actores de la política adelantó sus tiempos en desgarrarse, sin esperar al día 22 ni mucho menos, al 10 de diciembre.
Es notorio que en el almanaque las elecciones legislativas están a la vuelta de la esquina y aunque por la hojarasca de los obligados discursitos de campaña o por los temas de coyuntura, incluidos aquellos de mayor suciedad que se buscan instalar de uno u otro lado, se intente mostrar otra realidad, lo cierto es que todos los actores de la política ya mismo están trabajando de modo intensivo más allá de octubre.
Tanto el Gobierno como toda la oposición saben que, cuando las urnas hablen, esta vez no será solamente un mero conteo de asignación de bancas, ni mucho menos aparecerá la virtud mágica que a muchos candidatos opositores le asigna la propaganda a la hora de prometer cosas que sólo el Ejecutivo puede conceder, sino que arriba de la mesa, dentro de tres domingos, se estarán jugando muchas cosas más de fondo.
Aunque no le guste al resto de las fuerzas políticas, que en esta oportunidad se han quedado afuera de la polarización, en términos gruesos, las dos posturas que se van a votar son o por volver a un pasado que sigue sosteniendo una mirada de secta cortoplacista y cerrada, a la que en su populismo se la acusa de ser productora de millones de pobres o por creer en la posibilidad de construir un futuro diferente, con inversiones, desarrollo y movilidad social ascendente, una bandera peronista que paradójicamente Cambiemos ha hecho suya ante el notorio abandono que hizo el kirchnerismo de la ilusión por el futuro. Cristina Fernández lo ha gritado en un acto con todas las letras para marcar territorio entre los propios: “Hay que votar por el presente; de qué futuro me hablan si hoy tu pibe no consigue laburo”.Salvo la ex presidenta, que necesita su banca también por razones de seguridad personal ante la ofensiva de la Justicia, si bien no se sabe si quiere seguir liderando la izquierda que supo construir por fuera de la marca PJ bajo el paraguas de Unidad Ciudadana, en casi todos los demás casos, con sus más o con sus menos, los partidos están realineando la tropa y ya posicionándose para jugar durante los dos años que quedan hasta las presidenciales. Lo hace el Gobierno redefiniendo sus alianzas internas en todos lados, reencauzando al radicalismo distrito por distrito y también lo está haciendo silenciosamente el peronismo, marcándole la cancha a quienes se fueron del partido y generando usinas de pensamiento que permitan colocar nuevamente al peronismo en “el centro-nacional”, como define la movida, que llama “de rasgos defensivos”, el sociólogo Marcos Novaro.Así, el peronismo que está resurgiendo tiene varias patas fuertes que convergen para darle batalla al oficialismo y para tratar de arrebatarle el gobierno en 2019: varios gobernadores jóvenes en ascenso, un bloque de senadores que les responde bajo la batuta de Miguel Pichetto, ambiciosos intendentes del Conurbano que solamente quieren mantener sus legislaturas controladas y el conglomerado de diputados peronistas que conduce Diego Bossio, donde se descuenta que irán a abrevar pronto los Renovadores de Sergio Massa y el randazzismo, sin que se los cuente a ellos dos, por ahora, nada más que como pasajeros calificados de un bote que silenciosamente ya se ha puesto en marcha.Los aspectos más doctrinarios de esta reunión de peronistas que esperan tener formalmente dos bloques sustanciosos en ambas cámaras desde diciembre están siendo abordados por ahora por una corriente de pensamiento que se formó ya hace unos meses bajo el nombre de Movimiento21 y que baja líneas de acción a partir de las banderas del social-cristianismo que supo modelar el tercer Perón y que luego Antonio Cafiero retomara con la Renovación en la década del 80, después de haber perdido aquella primera elección tras el retorno de la democracia frente a la social-democracia de Raúl Alfonsín. Hoy, tiene enfrente a una alianza que está conformada por un partido laico como es el PRO, que en los hechos es más pragmático al estilo peronista que neoliberal, con los radicales que son menos alfonsinistas y con la explosiva y religiosa Elisa Carrió, en conjunto todos más de centro que otra cosa.
Ya habrá tiempo para matizar estos propósitos, pero con el Movimiento 21 el peronismo ha vuelto a hablar de rumbo estratégico, de desarrollo territorial integrado y de Modelo argentino para el Proyecto Nacional y a retomar el concepto de Perón de la lucha por la idea. Ya desde el momento de su creación, los escritos que circularon trazaron una divisoria de aguas bien clara con el kirchnerismo, de tono más académico desde ya aunque igualmente condenatoria, tal como aquello que dijo crudamente Pichetto para tirar la llave después de dejarla dentro del cementerio, cuando utilizó la excusa de haber creado la Unidad Ciudadana por fuera del PJ, para aislar a Cristina y también al bloque de sus eventuales seguidores en el Senado.
“Es un hecho incontrastable que en los últimos años esa lucha por la idea tendió a ser reemplazada en el núcleo de la acción política por operaciones que sólo buscan cautivar a la opinión pública mediante imágenes que no son necesariamente hechos verdaderos y construyendo alquimias electoralistas de corto aliento. Reducir la política a un conjunto de cínicos procedimientos vacíos de ideas y carentes de destino trascendente, ejecutados por una corporación que pretende continuarse a sí misma en el control de la sociedad y se sirve del poder considerándolo sólo como un fin en sí mismo está en las antípodas de aquella definición de la política que nos legó Perón”, munición gruesa disparada contra los K en la web de la publicación que editan regularmente.
Describiendo el fenómeno, el tiempo dirá si se trata de una nueva forma de mimetizarse para lavar las culpas, tal como le ocurrió al peronismo tras la debacle de Carlos Menem o si se trata de un genuino giro democrático y eventualmente dialoguista para volver a ser competitivos dentro del marco de las instituciones. Y mientras la ex presidenta, seguramente fuera de sintonía con los tiempos que están corriendo, trata de convencer a propios y extraños que ella nunca fue kirchnerista y sí peronista, el politólogo Rosendo Fraga asegura que efectivamente existe un giro ideológico en el peronismo que va a manejar la transición hacia 2019 y enfatiza que “luego de un largo período de trece años de peronismo de izquierda, a través de su discurso, Pichetto demostró que tiene una ideología totalmente diferente al kirchnerismo. Se produce así un giro a la derecha”, describe.
Si bien puede pensarse que con el Frente para la Victoria disminuido a un bloque de 50 diputados y de 10 senadores, los nuevos tiempos llegarán desde el costado de la negociación y de la racionalidad política entre el Gobierno y la nueva corriente, Novaro cree que “como la gente no votó contra el peronismo, sino contra el kirchnerismo” y que este reacomodamiento generará en primera instancia “un tiempo de conflictos y no de acuerdos”, sobre todo porque el Gobierno tiene que negociar con las provincias antes de fin de año media docena de leyes económicas de mucho peso, incluido el Presupuesto. Si bien la idea es no llegar a Extraordinarias para no darle tribuna a Cristina, el dato clave que se puede sacar es que el nuevo PJ no comulga con el cortoplacismo y que la defensa de ese valor común no deja de ser para Mauricio Macri una buena noticia a la hora de conversar proyectos.
En ese sentido, el Presidente no abandona su idea de avanzar en temas estructurales que son los que tiene dentro de su cabeza desde siempre, como las reformas que se necesitan para darle mayor competitividad a la economía, aunque cuando sus colaboradores le explican las restricciones políticas suele tragar saliva y aplazar las decisiones, ya que gradualismo y moderación parece ser que es lo que vota la gente. Por eso, la reforma tributaria será en principio neutra, la previsional no saldrá por ahora y la laboral se quedará en las gateras reemplazada por un blanqueo que, con adecuadas zanahorias, permitirá el paso a la formalidad de muchos trabajadores en negro. Si hay cambios en este aspecto, todos irán por fuera del Congreso.
A esta altura, hay a la vista algo más que algunos brotes verdes que marcan que el Gobierno puede tener una mejora de votos en relación a las PASO, aunque también Macri es consciente que si las urnas le sonríen nuevamente tendrá la obligación de evitar que desde el lado del descontrol fiscal o desde el sector externo o debido a la recurrente mala praxis que exhibe el Gobierno cuando se trata de manejar algún tema delicado, una helada inoportuna se los marchite.
Al fin y al cabo, la tarea de gobernar es el arte de soltar y de tirar de las riendas, sin que se corten.
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